Ayer pensaba… ¿y si incendiamos los barcos?

Sí, literal… como dijo Hernán Cortés (o ¿Alejandro Magno?). Pero no te voy a contar historia, te voy a contar una parábola moderna, empresarial, de esas que te sueltan un golpe suavecito en el ego… pero necesario.
Imagínate esto:
Eres el capitán de un barco llamado “Mi Vida 1.0”.
Ese barco es seguro, cómodo, estable… pero también lento, oxidado y choca contra la mediocridad cada que avanza.
Un día, llegas a una isla llamada La Vida Que Siempre Quise.
Una isla llena de oportunidades, de crecimiento, de resultados, de versiones mejores de ti mismo… pero también llena de retos, incertidumbre y trabajo incómodo.
Tu tripulación —tus pensamientos, tus hábitos, tus excusas— te dice:
“Capitán… mejor no bajemos. Si sale mal, regresamos al barco, a lo conocido, a lo de siempre.”
Y ahí está el detalle.
Mientras exista el barco del pasado, nunca te comprometes con el futuro.
Mientras exista el “si no funciona, regreso”, jamás vas a dar el 100%.
Mientras exista el plan B… el plan A jamás será tan poderoso como debe ser.
Así que en esta parábola, te quiero contar lo que hace el capitán sabio:
Se baja del barco.
Respira profundo.
Mira la isla.
Agarra una antorcha.
Y con toda la intención del mundo… incendia el barco.
El fuego ilumina algo importante:
Cuando quemas la posibilidad de regresar, te obligas a avanzar.
Cuando quemas tus miedos, avanzas más ligero.
Cuando quemas lo que fuiste, dejas espacio para lo que puedes ser.
La gente dice “qué radical”.
Pero yo digo:
Radical es seguir toda tu vida refugiado en un barco viejo porque te dio miedo construir uno nuevo.
Incendiar los barcos no es destruir tu vida…
es destruir tus pretextos.
Es comprometerte con tu mejor versión al punto de que no haya marcha atrás.
Es cerrar la puerta del “antes” para abrir la del “después”.
Es dejar de intentar… para empezar a decidir.
Y la reflexión es simple:
A veces, para llegar a donde quieres…
tienes que quemar lo que ya no eres.
Así que… ayer pensaba:
¿Y si incendiamos los barcos?
Porque quizá, solo quizá…
el fuego que más necesitas
no es el que te consume…
sino el que te transforma.